#ElPerúQueQueremos

UN MUSEO PARA NUESTRO PATRIMONIO (*)

Por Henry Tantaleán y Miguel Aguilar (Arqueólogos)

Publicado: 2017-03-20

Para nadie es una novedad que vivimos en una sociedad sin verdadera representatividad política. Lo vemos a diario, en nuestra propia clase política y hasta en los resultados electorales. ¿Realmente vivimos en una sociedad democrática? A veces parece que no. Como era de esperar, los arqueólogos peruanos vivimos en la misma crisis de representación. Sin un Colegio de Arqueólogos hasta el momento, sin colectivos fuertes y democráticos caemos presos de grupos de interés que hacen pasar lo personal y oportunista por lo colectivo y democrático.

Desde hace meses existe un curioso debate sobre la construcción del Museo Nacional de Arqueología del Perú (MUNA) en las universidades, centros culturales y redes sociales en los cuales se esgrimen diferentes “argumentos” generalmente denominados técnicos sobre el tema. En un pais que se ha acostumbrado a la tecnocracia neoliberal, esta es la principal fuente de argumentación. Adalides de la defensa del patrimonio arqueológico han surgido para decirnos que ellos son la voz de la razón. No desmerecemos sus capacidades y su formación técnica e intelectual en ese campo. Sin embargo, a nosotros no nos representan. Creemos que tampoco a la gran mayoría. Los que escribimos somos arqueólogos y no tenemos dicha formación técnica. Y solamente señalamos que existen intereses que van más allá de la defensa del patrimonio arqueológico. Son también intereses y apetitos políticos.

Con ello, tampoco decimos que el proceso por el cual se ha planificado y ejecutado el proyecto del MUNA haya sido el ideal, transparente y/o esté libre de problemas. De hecho, sus impulsores también tienen sus propios intereses. Por nuestra parte, siempre hemos defendido que este debió haber sido un proyecto conversado y consensuado con los colectivos directamente vinculados. Y subrayamos colectivos directamente vinculados. Lamentablemente ese no fue el escenario. Afortunadamente, existen mecanismos y especialistas del Estado peruano que se encargarán de absolver nuestras dudas y sospechas sobre las responsabilidades implicadas.

Sin embargo, mientras se discute en las redes y otros medios ardorosamente, se siguen impermeabilizando los sótanos del nuevo MUNA, que está en un 25% de avance. Existe la posibilidad de detener esta construcción, con la pérdida de valiosos recursos del estado. Que esto suceda, no sería nada nuevo en la larga historia republicana del sueño del Museo Nacional. Dicha historia está repleta de fallos y “buenas intenciones”, desde 1826. Nos hemos acostumbrado al mal menor y eso conduce a que nuestro patrimonio siga a merced de cualquier desastre como el que actualmente vivimos. En este contexto, creemos que cualquier iniciativa será siempre mejor que nada. Ojalá, viviéramos en una sociedad y una situación en la que esta discusión pudiese prolongarse por años hasta llegar a un consenso.

Entretanto, la crisis actual de precipitaciones e inundaciones por el fenómeno de El Niño viene afectando también los depósitos y almacenes de nuestro patrimonio arqueológico, sobre todo los que se encuentran en casonas coloniales y republicanas. Y la crisis continuará por un mes más. Pero el pasado 15 de Marzo las estructuras del Museo de Arqueología de la UNT en el Centro Histórico de Trujillo colapsaron y las salas de exposición amanecieron inundadas poniendo en peligro algunas de las colecciones arqueológicas. Nos preguntamos, si los viejos techos de madera y las estructuras de adobe del Museo de Pueblo Libre podrán soportar un embate similar. Con sus almacenes colapsados, corremos el riesgo de que una nueva lluvia en Lima deje daños irreparables a nuestra historia. Y ni qué decir en los depósitos arqueológicos del Ministerio de Cultura ubicados en La Victoria, en una de las zonas de más alto riesgo en Lima. Ya hubo hace años un gran incendio muy cerca en el Cercado de Lima y es necesario contar con nuevos lugares para almacenar el patrimonio, con espacios para la investigación y conservación.

Así, nos preguntamos, ¿paralizar la construcción de un Museo donde sea que este esté ubicado es la mejor opción? Creemos que no. Los que defienden al Museo de Pueblo Libre saben que ese no fue ni es el sueño de Julio César Tello. Tello quería algo mejor. Sin embargo, Tello entendió como funcionaba este país. No por nada fue congresista del partido y amigo de Augusto B. Leguía, para su bien o para su mal. Nosotros ¿entendemos realmente como funciona este país o queremos creer que con solo oponernos conseguiremos algo mejor, o simplemente algo?

Mientras los arqueólogos discuten y los políticos también, no hay peor desastre natural que la necedad de sus tecnócratas. Nosotros somos los responsables del patrimonio ahora, no mañana. Ante esa responsabilidad histórica, debemos dejar de lado nuestros intereses particulares y políticos y pensar en lo que realmente importa: la herencia cultural de nuestro país. Después de todo un museo siempre se puede construir, transformar o abandonar. El patrimonio arqueológico de la Nación no.

(*) Artículo publicado el 19 de marzo de 2017 en el diario La República, edición regional)


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